CUANDO NOS ADAPTAMOS A LA OBESIDAD
Uno de los inconvenientes para realizar cambios importantes en nuestra vida es que nos adaptamos a las situaciones y nos estancamos en los hábitos, incluso aunque no nos gusten. Para coger las riendas y provocar un cambio significativo en algún ámbito de nuestra rutina debemos tomar consciencia de cómo vivimos y de cómo podríamos vivir mejor. Muchas veces, la perspectiva necesaria para ubicarnos en el presente y visionar un objetivo inspirador está atrofiada por la adaptación a las circunstancias o la incapacidad de ver más allá, ya sea por desgana, por falta de motivación o por no creer que nuestra vida podría ser diferente.
Hay muchos modos en que se manifiesta la adaptación a la obesidad. Testimonios de personas obesas relatan que se han acostumbrado: a comprar ropa grande sólo en determinadas tiendas, que visten siempre de negro y con formas anchas para camuflar la silueta; que evitan situaciones donde tengan que realizar actividades como bailar e ir a la playa o a la piscina por miedo al ridículo o por vergüenza; que no se atreven a intentar montar en moto, practicar determinados deportes o jugar con sus hijos de la manera que les gustaría porque no se sienten ágiles.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que estas adaptaciones son naturales a cómo sentimos nuestras limitaciones, tanto física como psíquicamente; pero que son debidas a la consecuencia de un problema que podría ser objeto de cambio. Y que en algunos casos, no siempre se vivieron como una limitación.
Es importante tomar consciencia y perspectiva para poder evaluar si nos merece la pena o no producir un cambio en este sentido, de qué nos estamos privando o no, y qué ganaríamos o perderíamos con ello. También es necesario encontrar nuestra propia motivación y tomar realmente la decisión de cambiar.